miércoles, agosto 31, 2005

El dietario de Pérez (31/08/2005)

Cientos de muertos en Bagdad en un puente sobre el Tigris. Miles de personas (miles de chiíes según la política de razas) lo cruzaban camino de una mezquita. El rumor sobre un terrorista suicida produce la estampida. La gente huye despavorida. A unos los aplastan, otros se tiran al río y otros caen al ceder la valla. El poder de sugestión es, a veces, más poderoso que lo sugestionado. Irak salió de la tiranía para ser colonizada y aterrada. Del terrorista único, Sadam, al terror masivo. Más de 25000 personas (civiles según la política de clases) han muerto desde el inicio de la invasión. Se mire por donde se mire, la guerra no sirve.

Pánico en USA. El terror masivo no lleva turbante. El soplo de la naturaleza derrumba la fragilidad humana. Nueva Orleans se ahoga tras el vendaval. Decenas de soldados de la Guardia Nacional son insuficientes para afrontar la tragedia. ¿Dónde están los demás? Ironías de la vida, en Irak. Lo inevitable por naturaleza podía haberse paliado. "The New York Times" lo apunta: "No ha ayudado demasiado la sistemática destrucción durante años de humedales costeros como resultado del desarrollo residencial, ni la extracción sistemática de gas y petróleo. El delta del Misisipi se ha hundido 90 centímetros en 100 años". No importa. Seguiremos en ello. Los ricos tenían coche. Sólo morirán personas (pobres, según división de castas).

Cáncer de pulmón en la península. Arden cientos de bosques y miles de hectáreas un año más. El sueño político de agosto concede al fuego primera plana. Año tras año mismos fuegos, mismas razones, mismas soluciones. Sólo cambia una cosa: cada año menos por arder. El viento del otoño se llevará las palabras de solución. La complicidad del silencio vecino dificulta lo judicial. El interés pirómano tiene sonrisa de cacique. El año que viene, más.

Cientos de personas (africanos según la división geo-política) tratan de llegar a Europa. Después del modelo patera llega ahora el asalto al fuerte. Pertrechados con escaleras de madera tratan en grupos de saltar de la desesperanza a la falsa esperanza. Una valla fortifica Europa. En otro mundo también vendrían, de vacaciones. La solución no interesa. Preferimos la limosna. Su realidad es ficción catódica. Tras ellos viene la pasión de gavilanes.

Los escupitajos de Bregovic

De una entrevista publicada hoy en la contraportada de "EL PAIS" con Goran Bregovic extraigo el siguiente fragmento:

Pregunta: Después de haber conocido el glamour de las estrellas del rock, ¿cómo se dejó seducir por el barullo de los gitanos con sus trompetas?
Bregovic:
Porque es una música que jamás desaparecerá: no puede tocarse en restaurantes.
Pregunta: ¿Cómo dice?
Bregovic: La música que se hace para entretener a la gente que está en los restaurantes o los locales de fiesta acaba por morir. Se lo digo yo, que he tocado en locales de strip-tease. La gente no le presta ninguna atención. Pero este tipo de música es imposible que se haga allí porque al usar instrumentos de viento tienen que escupir cada 15 minutos, como mínimo, y no les dejan entrar a ningún sitio de ésos porque nadie quiere comer al lado de un tío que no hace más que echar escupitajos al suelo. Tienen suerte, aunque no lo crean. Tienen mucha suerte.

Bien, aprovecho estas desafortunadas declaraciones de Bregovic para desmentir un mito. Como músico de viento, trompetista para más señas, que es servidor puedo afirmar y afirmo que lo que Bregovic denomina "escupitajos" no es si no el resultado del vapor acumulado en el interior del instrumento que sale al exterior en forma de agua. No obstante, por ser justos, no está de más evitar minutos antes de tocar comerse un bocata de chorizo, a no ser que uno lleve encima un cepillo de dientes y se sea aplicado en la higiene bucal.

Tampoco es cierto que a los músicos de viento no nos dejen entrar en ningún "sitio de esos". Si miro mi propia trayectoria quizá no encuentre un local de strip-tease en mi currículo pero sí he tenido el placer de "escupir" en todo tipo de sitios infectos, incluído un local que fuera prostíbulo, en escenarios con goteras, ante borrachos de madrugada, iglesias...

Eso sí, como algún trompetista tarde quince minutos en "escupir"... puede acabar ahogado en su propio... vapor.