jueves, agosto 25, 2005

Lost in translation

En la prensa de ayer aparecían publicadas las palabras del pastor evangelista Pat Robertson, en su programa en la emisora Christian Broadcast Network el pasado lunes, en las que pedía que EEUU asesinará a Chávez (tranquilos, no el de los minolles si no el amigo personal de Castro). Textualmente decía: "Desconozco esa doctrina del asesinato, pero si él (Chávez) piensa que estamos tratando de asesinarlo, creo que realmente deberíamos hacerlo. Es mucho más barato que iniciar una guerra, y no creo que se suspenda ningún suministro de petróleo". Y continuó: "Tenemos la capacidad para sacarlo, y creo que ha llegado el momento de que la pongamos en práctica. No necesitamos otra guerra de 200.000 millones de dólares para deshacernos de un dictador de mano dura. Es mucho más fácil que alguno de los agentes encubiertos haga el trabajo y acabemos con esto". Pero claro, nosotros creemos saber que dijo eso porque nos han contado que dijo eso. Oímos su voz y por encima un traductor (en el caso de la radio) o leemos directamente sus palabras ya transcritas y traducidas. Pero, ¿y si el traductor quiso joderle el día a este buen hombre libre de todo pecado? Y a eso se agarró el amigo Robertson. Dijo que Associated Press (agencia de noticias) había malinterpretado sus afirmaciones: "No dije 'asesinato'. Dije que nuestras fuerzas especiales deberían 'sacarlo'. 'Sacarlo' podría significar diversas cosas, incluyendo el secuestro". Claro, esto debe ser como decir "coger" en Argentina o decir "coger" aquí. La cosa cambia... ¡y de qué manera!

En todo caso el hombre a final ha pedido disculpas con las siguientes palabras (si hemos de hacer caso al traductor): "¿Es correcto pedir un asesinato? No, y ofrezco disculpas por esa declaración. Hablé por la frustración de que debamos tolerar al hombre que piensa que Estados Unidos busca matarlo". ¿Le supone una frustración a este buen hombre que alguien piense que EEUU quiere matarlo? En todo caso supongo que el frustrado y, más bien acojonado, debería ser el amenazado (o al menos, quien siente estarlo).

Esta noticia les ha planteado a los chicos de "Las Malas Lenguas" (programa de agosto en la Cadena SER) la duda sobre la veracidad de las traducciones. De hecho han probado a poner las palabras de Robertson y por encima traducir cosas muy diferentes. Porque, o podemos escuchar las palabras originales y entendemos el idioma o habremos de confiar en quien traduce. El caso es que hoy venía en el tren leyendo el libro "Corazón tan blanco" de Javier Marías y precisamente el protagonista tiene como profesión la de traductor, en este caso en organismos internacionales. Os dejo aquí algunas de las joyas sobre la profesión según el protagonista.

Habla de la "verdadera fiebre translaticia" que existen en estos organismos internacionales. "En más de una ocasión me han pasado facturas para que las tradujera, cuando lo único que había que hacer con ellas era pagarlas". (...) Una vez me llamaron urgentemente a mi cabina para que tradujera el discurso (no escrito) que iba a pronunciar un individuo gobernante que, según yo mismo había leído a cuatro columnas en la prensa de dos días antes, había sido muerto en su país de origen en el transcurso de un golpe de estado(...) El único verdadero afán de los delegados y representantes es el de ser traducidos e interpretados (...) En una reunión de los países de la Commonwealth celebrada en Edimburgo, en la que por tanto sólo estaban presentes asamblearios de lengua inglesa, un ponente australiano llamado Flaxman consideró un ultraje que las cabinas de los intérpretes estuvieran vacías y que ninguno de sus colegas llevara auriculares en las orejas para escucharle través de ellos (...) Exigió que sus palabras fueran traducidas, y al recordársele que no había necesidad (...) empezó a forzar su ya molesto acento australiano hasta el punto de hacerlo ininteligible para los miembros de los demás países que (...) fueron víctima del acto reflejo de todo congresista ya curtido de llevarse al oído los auriculares en cuanto alguien dice algo que no se entiende. (...) a toda prisa hubo de improvisarse un intérprete australiano que ocupó la cabina (...) Flaxman, al ver que por fín había un traductor en su puesto (...) se tranquilizó en seguida y volvió a su dicción habitual y neutra y más o menos correcta sin que sus colegas se percataran de ello, ya que habían decidido oírle por la vía indirecta de los auriculares, por los que todo suena mucho más vacilante pero también más importante. (...) Es curioso que en el fondo todos los asamblearios se fíen más de lo que escuchan por los auriculares, esto es, a los intérpretes, que de lo que oyen (lo mismo, pero más trabado) directamente a quien habla, aunque entiendan perfectamente la lengua en que éste se está dirigiendo a ellos. Es curioso porque en realidad nadie puede saber que lo que el traductor traduce desde su cabina aislada sea correcto ni verdadero, y no hace falta decir que en muchísimas ocasiones no es lo uno ni lo otro, sea por desconocimiento, pereza, distracción, mala idea o resaca del intérprete que está interpretando. (...) La única manera de controlarnos completamente sería poner a un segundo traductor dotado de auriculares y micrófono que a su vez nos tradujera a nosotros simultáneamente a la primera lengua, de modo que pudiera comprobarse que efectivamente estamos diciendo lo que se está diciendo en la sala en esos momentos. Pero en tal caso haría falta un tercer traductor igualmente provisto de sus aparatos que a su vez controlara al segundo y lo retradujera, y quizá un cuarto para vigilar al tercero, y así, me temo, hasta el infinito, traductores controlando a intérpretes, e intérpretes a traductores, ponentes a congresistas y taquígrafos a oradores, traductores a gobernantes y ujieres a intérpretes. Todo el mundo se vigilaría y nadie escucharía ni transcribiría nada, lo cual, a la larga, llevaría a suspender las sesiones y los congresos y las asambleas y a clausurar para siempre los organismos internacionales."

Y esto venía a cuento de lo de Chávez...