lunes, octubre 31, 2005

Seco (Por Carlos Pérez Cruz)

Un día hubo agua. Entonces podía caminar. Caminaba unos metros por encima de donde estoy ahora. Los suficientes para poder hacerlo día sí y día también, de un punto al otro y del otro al punto. Descansé algún festivo, alguna tormenta me dejó a resguardo, pero esas veces fueron las menos. Mi vida estaba en ese camino con agua. Ahora el camino existe, pero no el agua.

El camino sin agua a nadie importa. Su belleza estaba en recorrerlo como yo lo hacía, unos cuantos metros por encima de él. Venían cientos de personas cada día y yo les llevaba de un punto al otro y les devolvía del otro al punto. Venían familias enteras, solitarios domingueros sin nada que hacer, jóvenes parejas. Incluso una banda de jazz sonaba al son de mi ritmo, pausado pero constante.

Hubo un día en que un viejo sólo y borracho se arrojó al camino y desapareció. Hubo otro en que una novia despechada tiró su anillo de bodas tras el primer desengaño y éste desapareció. Un recién nacido recibió su primera gran bronca tras tirar y perder el chupete. Un pintor retrató el camino y vendió su primer cuadro al volver del otro al punto. Ella recibió su primer beso de él. Él recibió el primer beso de ella. Ellos se vieron por última vez yendo conmigo.

Conmigo sucedieron muchas cosas pero se dijeron más. Se conspiró contra el familiar ausente. Se inventó la broma de una futura fiesta de cumpleaños. Se susurró la noche de bodas y la esperanza de nueve meses. Un poeta puso letra espontánea a mi pausado pero constante caminar. Se diseñó discreta trama de atraco. Un anciano predicador anunció el Apocalipsis. Él pidió matrimonio y ella lo negó. Ella pidió tiempo y él se lo dio. Ellos se dijeron brusco adiós y todos lo escucharon.

Ahora espero. Pasan las horas y los días, los meses y los años. Espero poder volver a caminar por donde solía. Rezo el agua y llueve fuego. Sueño nubes y amanece sol. El crudo morir de mi vida inútil sin agua. Miro a mi alrededor y la esperanza no tiene riego.